lunes, 16 de mayo de 2011

La cuestión del sufrimiento animal

   Esto no va a gustar a fanáticos, exaltados, “mepartoelpechos” y demás talibanes, de cualquier bando o de cualquier ideología. Siempre haciendo amigos. Hace ya algún tiempo que, como a muchos españoles a los que nos “nació la conciencia”, he pasado de la indiferencia y la tibieza de espíritu a una total oposición a la tauromaquia, cada vez más voluntariosa pero no con ello menos agria. Nunca me han interesado lo más mínimo las corridas de toros, ni a mi familia con excepción de mi abuelo que, como a muchos de su generación y su clase social, no tuvieron acceso a otras ofertas de ocio ni a más formación que las que bastaban para tener contento al pueblo. Así que ¿cuáles han sido mis motivos de mi conversión de pokemon en digimon?
    Pues es un poco contradictorio, pero he llegado a la conclusión de que no hay motivos. Para determinadas cosas no hay motivos; están mal, y hacerlas te convierte, automáticamente, en malvado. Matar está mal, por una razón muy tonta: al ser animales sociales y empáticos, sabemos ponernos en el lugar de otros, y tememos al dolor y a nuestra propia muerte. Está mal porque sabemos el dolor que causa, así que cuando aplicamos dolor a otro ser, tenemos que recordar que a nosotros no nos gustaría que nos torturaran. ¿Está mal matar a Bin Laden? Si, porque hay otras opciones y porque no es propio de un mundo civilizado la eliminación de personas para terminar con los problemas. ¿Está mal matar animales? Sí, si hay otras alternativas para evitarlo o si no es absolutamente necesario. Pero sigue siendo necesario en algunos casos como la alimentación o la experimentación, y aquí no puedo estar al 100% de acuerdo con algunas asociaciones animalistas que abogan al vegetarianismo como la solución. Opino que estar más cerca de la naturaleza no es ir a hacer yoga al parque; es interesarse, estudiarla, ver qué la hace tan grande y, a la vez, tan hostil. Quizás no hostil sino, como diría Sagan del universo, más bien “indiferente” a nosotros. Somos una especie más en el ecosistema de la Tierra, invasora o no, destructiva o no, pero somos uno más y, respecto a esta naturaleza, cuanto más la conoces, más te reconoces: animales que sienten, se relacionan, tienen lenguajes, aman y odian, crean lazos vitalicios o efímeras alianzas. ¿Nos suena todo esto? Pues es lo que hay ahí fuera, e ignorarlo es como no saber quién descubrió América; es, pura y simplemente, incultura. Hacen falta muy buenos motivos para dar la muerte, y el principal es la supervivencia de tu misma especie. Más allá de eso no hay excusa posible. No hay ideologías ni creencias, ni manías, aficiones ni religión que puedan dar buenas alegaciones a por qué se mata a un animal que no vayas a aprovechar por una cuestión vital. Ejemplos:
  • No sirve la tradición de la becerrada de la romería de la Virgen del Mismísimo Coño de tu pueblo. Es una tradición, que nació en algún momento y que seguramente cambiará o desaparecerá dentro de años o siglos. No es vital. (Lo del nombre de la virgen, que se quería hacer como parodia religiosa en la “manifestación atea” me pareció tan absolutamente faltón y genial que ya la he convertido en mi patrona)
  • No sirve una corrida de toros en la feria de abril –una feria con un par de siglos a lo sumo-. Sobrevivir sí es universal y atemporal; las diversiones cambian con el tiempo. No es vital. 
  • No sirve criar animales sólo por una piel que sólo puedan llevar ricos por ostentación. Hay infinidad de alternativas a las pieles para vestimenta. La moda no es vital. 
 
    ¿Por qué hacen falta motivos vitales? Porque a poco que investigues por tu cuenta y te interesen las ciencias naturales, la etología y la biología, cuando no has estado relacionado con estas disciplinas nunca en la vida, se produce un cortocircuito en tu mente, como si hubieses descubierto en tu propia casa una puerta que ha estado siempre ahí pero nunca has visto. Así, lo que has escuchado toda la vida como un mantra comienza a ser replanteado:
Los animales no tienen conciencia y, por lo tanto para ellos no existe algo parecido a la angustia y el sufrimiento”. Lo he escuchado en otras variantes y yo, por prudencia o cobardía nunca he replicado. Ahora no sé si lo haría, porque es de mala educación andar corrigiendo a la gente y porque el tema de la conciencia daría para unas cuantas tesis doctorales, pero quien afirme eso podrá ser catedrático de poesía bizantina en la baja Macedonia del s. XII, pero lo que es en ciencia se quedó en aquello de la tierra plana. Así de claro. Dejen a los expertos hablar de sus materias y no se metan -con 50 años de retraso- en berenjenales neurocientíficos.  (Otra papanatada es esa de “las dehesas son un ecosistema riquísimo y sin el toro de lidia se extinguiría”, pero es que eso da para otra entrada que debe ser abordada en otra ocasión).
    En tanto un animal busca su propio bienestar, ya se deduce que hay situaciones que le producen malestar y que evitará en lo posible. Por lo tanto, sospechosamente como los humanos, tienen unos objetivos en la vida: estar lo más cómodos, seguros, queridos y mejor alimentados posible, esto es, ¿la búsqueda de la felicidad? Un pájaro no construye su nido en sitio muy transitado o accesible: quiere la seguridad para sus crías. Mi perro no va a acostarse en el suelo porque es un perro y sea tonto: buscará primero el sofá y, cuando no tenga más remedio, una manta calentita. Pero no sólo el bienestar es físico, hay lazos emocionales fuertes tanto para su propia especie como para otras: perros que no abandonan a su dueño así éste los mate de hambre o a palos, o que se enfrenten a lo que temen o aborrecen por seguir a sus dueños o soporten cosas desagradables para ellos -baños y veterinarios- simplemente por complacerlos. Los lazos emocionales están más que demostrados en los animales sociales, o al menos en aquellos que se han estudiado, y al que no le guste que no mire, pero eso no va a hacer que desaparezca la realidad.  
    ¿Qué tiene que ver esto con aquello de los que hablábamos al principio de las justificaciones para matar un animal? Porque hacen falta muy buenos motivos para acabar gratuitamente con la vida de algo sintiente y, a su modo, pensante. Es tal responsabilidad, que debería estar absolutamente justificado el sacrificio, quizás por los motivos de los que se habló más arriba: alimentación o defensa propia –el toreo no es defensa propia, ojo- además de la estricta regulación de la experimentación con animales: siempre debería ser sustituida por pruebas sobre tejidos, pero hay casos en los que por desgracia es absolutamente necesario (por ejemplo, la importancia de los estudios sobre primates para desarrollar la vacuna contra la hepatitis). Mientras pienso todo esto tengo remordimiento. Sí, remordimiento de que mi prosperidad de especie tenga que llevarse por el camino a individuos de otras especies, pero ese es el precio de vivir, ni más ni menos. La diferencia es que los humanos –algunos no se han enterado- sí somos conscientes de esta lacra que tenemos que soportar y, desde nuestro conocimiento, podamos aliviarla y reducirla al mínimo necesario e imprescindible, castigando aquello que se salga de esta norma: sin piedad contra espectáculos circenses, toreo, peleas de animales y todo lo que conlleve sufrimiento estéril. La diferencia es que yo desearía que no se dañara a ningún animal para mi supervivencia, y aceptaré cualquier alternativa para evitarlo, mientras que un torero berrea como una puerca cuando alguien le ofrece alternativas a su deleznable profesión, que consideran algo eterno e intocable que no debe ser ni siquiera planteado.
    Hay que poner las pruebas científicas sobre la mesa para evitar ser confundidos con una horda de fanáticos comelechugas de lo que nos acusan; nos oponemos al sufrimiento de los animales para divertimento de otros ¿tan difícil es entenderlo? La vida de cualquier ser vivo es algo único, demasiado valioso como para ser destruido por simple capricho. ¿Cuál es la motivación en una corrida de toros sino el desprecio por la vida? ¿Qué es tan vital que justifique toda esa infraestructura de muerte sino la diversión impía y violenta? Respecto al sufrimiento de los animales, ¿a quién vamos a hacer caso? ¿A de Waal, Beckoff, Darwin, Morris, Pepperberg, Lorenz, Goodall, etc? ¿O a Morante de la Puebla y mi vecina del quinto?
¿Sientes ahora remordimientos? Enhorabuena, porque te ha nacido la conciencia.
    Ahora háblenme de mataderos, señores taurinos.

domingo, 19 de diciembre de 2010

BIENVENIDA

El vértigo de la página en blanco. Mi nombre es Isasira y voy a deleitar al mundo con opiniones que a nadie importan. Espero no tener que arrepentirme en el futuro de lo que aquí voy a escribir.
En cualquier caso, bienvenidos y que disfruten del show.